Alemania, alemanes, sudamericanos que no cogen nada, españoles que lo cogen todo, cerveza, botellas que vuelan, focos que se caen en tu cabeza, fiestas, más fiestas, Currywurst, facultades que parecen laberintos, profesores de traducción que no saben ni un idioma ni el otro, asignaturas que parecen interesantes y que luego son todo lo contrario, presentaciones, presentaciones y presentaciones, “no poder” faltar a clase, hombres que dicen que te quieren volver a ver y te dejan tirada, ir en cualquier medio de transporte o a una tienda y no entender nada, comprar cosas sin saber qué pone en ellas, alemanes que hablan mejor español que nosotras mismas, alemanes pacientes que nos ayudan con el idioma, maravilloso Semesterticket que usamos para viajar gratis por NRW, obras, ruido, no tener agua, no tener persianas, no tener intimidad, obreros que nos hablan, amigos nuevos, vecinos con los que pasar horas en la cocina, vecinos con los que ir a pasear, vecinos que nos cuidan, vecinos a los que cuidar, cenas en casa, fiestas sorpresa, sitios nuevos,... y un sin fin de cosas más se podrían decir del Erasmus.
El miércoles 25 cogimos (sí, soy española y lo cojo todo) dos aviones (Düsseldorf - Madrid - Vigo) y a las 17.20 estábamos aquí.
Es raro volver a casa. Ir a la cocina y ver a mi familia y no a los vecinos, hablar por el MSN con Area y no poder ir a su habitación en vez de contestarle por el ordenador, no tener U-Bahn, ir a cualquier tienda y poder hacer toda clase de preguntas, no poder hacer comentarios sobre la gente porque aquí nos entienden,... pero estar en casa también es agradable de alguna forma, sobre todo a la hora de comer.
Señores... y colorín colorado, este Erasmus se ha acabado.